En defensa de la educación
Domingo, 21 de octubre del 2012
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Ignacio Escolar
Hay un discurso demagógico que se
ha instaurado como verdad indiscutida: que la educación en España es de las
peores del mundo, que tanto PISA como la OCDE dejan a nuestra enseñanza fatal,
que la culpa es de las sucesivas reformas o de los inmigrantes, o de las
autonomías, o del bilingüismo, o de los funcionarios, que son unos vagos, que
falta autoridad… Sencillamente, todos estos populares tópicos no son verdad: no
es eso lo que dicen los informes internacionales, que pintan un panorama
bastante más optimista que esa negra caricatura que tanto ha calado en la
sociedad.

No se lo van a creer, pero lo que
realmente demuestran los informes de la OCDE es que somos el país del mundo
donde más ha mejorado el nivel educativo de la población durante el último
medio siglo, solo por detrás de Corea del Sur e Irlanda. A veces se nos olvida,
pero España viene de una dictadura y de un retraso económico, social y cultural
que no se arregla ni en una generación ni en dos. Después de un avance
espectacular en estas últimas décadas, los alumnos españoles están hoy en la
media de los países desarrollados, ni mucho mejor ni mucho peor. Es un error
interpretar los datos de PISA como una clasificación deportiva. Hay tan poca
distancia entre unos países y otros que el orden casi carece de importancia: es
como una carrera ciclista que entra en meta agrupada y donde los alumnos
españoles no van a la cola, sino en el grueso del pelotón. Como explica el
sociólogo José Saturnino Martínez, «si convirtiésemos las puntuaciones
de PISA en estatura, y la media de la OCDE fuese 1,80 metros, España tendría una
altura de 12 milímetros menos». Es casi el margen de error. Las distancias son
tan cortas que «si Castilla y León y La Rioja fueran un país, serían el cuarto
europeo en PISA, solo por detrás de Finlandia, Estonia y Holanda», asegura otro
especialista en educación, el sociólogo Julio Carabaña.
Por mucho que se empeñen los apocalípticos, la
educación española no es un desastre, aunque tenga algunas cosas donde mejorar.
El auténtico punto negro del modelo es el llamado fracaso escolar, pero no
tiene nada que ver ni con los docentes ni con su autoridad ni con las
autonomías. España sale mal clasificada porque medimos el abandono de los
estudios con criterios distintos del resto de la OCDE, porque la ley impide a
los alumnos sin título de la ESO seguir cursando estudios -algo que no sucede
en casi ningún otro país- y porque en esto también se notó la burbuja
inmobiliaria, que empujó fuera de clase a muchos jóvenes que ganaban en el
ladrillo mucho más que el profesor. La gran lección de PISA es otra: la relación
tan cercana que hay entre desigualdad económica y educación. De poco sirve
mejorar la escuela si hay familias que no se pueden permitir ni el tupperware.
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